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La mujer que acompaño a Vicente de Ametzaga Aresti | ||
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CAPITULO
II LAS
ARENAS, GETXO Tanto
los niños, los padres como los países sufren intensamente con las guerras.
Los niños son uno de los sectores de población que mas sufren en las
guerras ya que hay muertes, desnutrición, enfermedades y traumas psicológicos
al estar forzados a continuos
desplazamientos. Para nuestros padres era una mutilación cultural, añadido
el dolor de haber dejado tan lejos y en zona de guerra a sus dos hijas tan
pequeñas. Para los vascos la Guerra Civil Española y luego la Segunda
Guerra Mundial arrancó de Euskadi a un nutrido y un gran número de
intelectuales de los más destacados y prestigiosos. Mientras
nuestros padres partían rumbo a America la tia Juli salió con nosotras de
Biarritz. En tren atravesó la frontera con nosotras dos sin tener
documentación ni autoridad para sacarnos de Francia. La nueva Ley de Franco
ayudaba a tal plan ya que con nuestra entrada España se recuperaba las
hijas de los derrotados. Sin embargo Begoña recientemente explicó que la tía
Juli pudo hacerlo, porque diseñaba y cosía ropa para la esposa del
embajador de España en Francia, José Félix de Lequerica Erquiza, cuando
vivían en Paris. Ahora su
intervención hizo posible que la tia cruzara la frontera con dos niñas
francesas y 14 baúles de telas, vestidos y diseños suficientes para
empezar su negocio de alta costura en Donosti
Al otro lado de la frontera nos esperaban el tío Ino y la tía Lola
(la foto es del tío con nosotras recién pasadas la frontera, en San
Sebastian). La tía Juli decidió quedarse a residir en la bella Donosti
abriendo aquí un taller de costura. Ella se quedo con Begoña y a mí me
llevaron a Las Arenas, a unos 120 kilómetros de distancia para vivir con
los tíos y el abuelo.
Separaron a las dos hermanas sin pensar en la terrible pérdida que ya habíamos
sufrido. Nuestro abuelo materno había perdido su
piso y sus enseres de la “Casa Grande” y fue a vivir a un piso más
modesto en el barrio de Santa Ana. Un primer piso en la calle Gobelas #24,
mano derecha de Las Arenas.
Yo tenía un cuarto amplio con un balcón grande que daba al jardín
de atrás con huertas de unos 22 metros cuadrados por familia.
En ellas se criaban pollos, gallinas, o se cultivaban las hortalizas.
Al frente de la casa había un jardín grande rodeado por una cerca. Mi
cuarto era soleado y grande y lo compartía con la tía Lola. La habitación
contenía una cama grande, y encima de la cabecera una recién adquirida
pintura del Angel de la Guarda protegiendo dos niños a cruzar un puente
peligroso. La tía Lola y yo rezábamos cada noche para que me amparara de
noche y de día a mí también, que seria la mayor preocupación de ella;
encima de la mesa de luz estaban muchas fotos y todas protegidas por un
cristal. La favorita mía era una de ama que llevaba un collar de cuentas de
cristal que la tía guardaba y me lo dejó tener. Yo lo miraba a través de
los rayos de sol que generosamente bañaban mi cuarto, tratando de imaginar
algún paisaje desconocido, el collar era de color verde esmeralda.
Complementaba mi cuarto un armario grande, y uno pequeño de juguetes para
guardar las ropas de mi muñeca Nicole, un sillón y en un pequeño estante
guardaba la colección de los libros de los hermanos alemanes Grimm con cuya
lectura me nutrí los siete años que viví en Las Arenas.
Arrate,
que en vasco quiere decir entre piedras, es un monte que esta situado sobre
la ciudad de Eibar (Guipuzcoa) con una altitud de 556 metros. Junto a la
cima, coronada por una gran cruz de piedra hay una zona de recreo que rodea
el Santuario de la Virgen de Arrate. En su interior se venera una imagen de
la Virgen desde principios del siglo XIV.
Allí
jugábamos en aquellos bosques de pinos y hayas mochadas, recogiendo moras,
a veces con Begoña y siempre con los hijos de la tía Andresa, hermana del
tío Pedro. En invierno y con nieve veíamos al tío persiguiendo a los
lobos que moraban la región y asistir a clases que el tío Pedro dictaba a
los niños de los caseríos vecinos. El
capellán del Santuario de Arrate era Don Pedro Gorostidi (1915-2001) un fotógrafo
magnífico y conocedor de primera en electrónica y el funda la primera
emisora de radio en euskera en Eibar “Arrate Irratia” a finales de
diciembre de 1959. El pintor Ignacio Zuloaga, oriundo de Eibar,
probablemente el mas importante pintor vasco de finales del siglo XIX, el
dono algunas de sus obras al Santuario entre ellas la pintura de Nuestra Señora
de Arrate que se exhibían en
el pequeño recinto del altar. A
la tía Lola y a Elvira les gustaba ayudar a su primo carnal, el tío Pedro,
sobre todo en la fiesta especial como la del 8 de setiembre, la Virgen de
Arrate. Le visitábamos muy a menudo invierno o verano. Nosotros íbamos en
tren desde Las Arenas a Eibar y desde allí subíamos el estrecho y sinuoso
camino a la cima del monte Arrate. A Begoña y yo subíamos dentro de las
cestas del burro. Nos daban barras de chocolate y algunos Tebeos,
historietas dedicadas a la infancia como
“Anita Diminuta”, rubia con trenzas que enfrentaba innumerables peligros
y horribles enemigos como brujas me imagino para tenernos quietas, mientras
las tías iban hablando atrás. Además
de actos religiosos, en que yo participaba en la procesión, había
concursos de baile, pruebas de deporte rural vasco, danzas vascas y concurso
de bertsolaris.
Esta
es mi primera obra de “labores” que hice y mandé a mis padres, y la
firma es Merceditas, la fecha es del 31 de octubre de 1941, yo tenía tres años
y medio. Ama guardó como un tesoro mis tarjetas de labores.
Poco menos de un año desde que llegué de Francia empecé el colegio
de “La Divina Pastora”. Hoy en día se llama “La Madre del Divino
Pastor” y queda enfrente a la que fue casa de mi abuelo. Yo tenía tres años
y medio. Me gustaba el teatro y mi primera actuación dije un verso de
veinte palabras a la Madre Superiora que aun lo tengo. Parece ser que todos
aplaudieron y yo entusiasmada hice lo mismo. Para ahora mi abuelo y yo estábamos
creando muchos problemas. Nos entendíamos los dos muy bien, y nadie podía
con nuestras fechorías.
Foto del colegio como yo lo recuerdo.
Con
la llegada de dos txistularis de Algorta, se empezaba la fiesta. Al postre
una amiga de la familia, María Basañez, tocaba el piano y todos bajo la
batuta del tío Ino cantaban el Boga-Boga con solemnidad. La casa estaba
llena de gente, muchos habían llegado días antes para ayudar a las tías a
preparar la gran cena en honor a nuestro abuelo. Mi hermana y yo seguíamos
la juerga saltando en la cama de mi cuarto como yo me acuerdo. La cena
duraba hasta las tantas de la madrugada. Se brindaba especialmente por los
ausentes. Ama contestaba con nostalgia escribía sobre ello y sus deseos de
volver. Las tías le contestaban “pronto será”. Todo
a mí alrededor era bueno y festivo, menos cuando yo visitaba mis amigas y
las veía a junto a sus padres, resentía mucho no tener a los míos aunque
no era algo que me gustaba pregonar, me sentía triste que no vivían mis
padres conmigo. Era tal ansia de tener a mis padres que a veces cuando
llegaba del colegio antes de tocar la aldaba de la casa,
gritaba “ama, aita abrirme la puerta” para que mis amigas oyeran
y creyeran que mis padres ya habían regresado. Mientras yo vivía todas
estas experiencias mis padres estaban en Casablanca, Marruecos, Africa. Ya
llevaban seis meses esperando por un barco neutral para cruzar el Atlántico
e ir a la Argentina. Ellos habían estado
en un campo de concentración en las afueras de Dakar, Senegal, Africa. Yo
no sabía todo eso en esos momentos. A
mi que me gustaban las joyas me puso feliz cuando recibí de ellos un
collar de ámbar que todavía lo conservo
Foto con mi muñeca Nicole con la tía Lola en Las Arenas.
Al día siguiente de Reyes sin tener tiempo para jugar con nuestros
nuevos juguetes mi hermana y la tia Juli se iban a San Sebastian y nos daba
pena despedirnos. Nos llevábamos muy bien aunque éramos muy diferentes de
temperamento, y físicamente. Ella era rubia con grandes ojos color
caramelo, cara preciosa y pequeña de estatura, yo era de pelo castaño,
pecas, y esbelta. También nuestro estilo de vida era distinto, y ello nos
iba a modelar diferente. Ella vivía más aislada de otros niños, porque
dejó de ir al colegio después que los niños le llamaban “hija de
rojos” con desprecio. Una andereño venía a dar clases a la casa. Ella
era más tímida y más tranquila que yo, mi temperamento era mas inquieto,
yo era o trataba de ser la líder, y ella me seguía tanto como podía.
Necesitábamos ambas la compañía de la otra, pero pocas veces la teníamos.
Mis padres habían llegado a Buenos Aires, Argentina. Ama escribía a
menudo y los tíos les tenían al tanto de nosotras constantemente. Nos
anunciaron la llegada de una nueva hermana Arantzazu que había nacido el 21
de enero de 1943 con la cual podríamos jugar pronto. Ellos estaban
convencidos que su vuelta era inminente. El
abuelo sufría de arterioesclerosis y usaba en sus últimos meses de vida
silla de ruedas. Su muerte fue repentina a los 79 años de edad. A mi me
dijeron que el dormía y durante su velada y entierro estuve viviendo con
unos amigos de la familia en el piso de arriba y pude ver el funeral por la
calle Gobelas, con el sacerdote, los monaguillos con sus cirios y gente detrás
vía a la iglesia, pero no creo me daba cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Yo tenía cinco años. El abuelo falleció sin poder nuestra madre darle el
último adiós.
Un año después de la muerte de nuestro abuelo la tía Lola decidió
ir a Caracas para estar con su hermana Mari que estaba muy enferma en ese
momento, y ahora se iba de mi vida otra persona que había sido importante
para mí. En la casa yo quedaba bajo la tutela del tío Ino y la nueva tía
Carmen. Yo quería mucho al tio, y la tia Carmen era muy buena conmigo.
Cuando yo no estaba en la escuela iba de compras a la plaza con ella como lo
habia hecho con la tía Lola. Llevaba mi pequeña cesta, y casi siempre
venia a casa con algunas cosas que las caseras me daban en la plaza. Para
cuando volvíamos de las compras la comida ya estaba casi hecha, y olía
riquísimo ya que se habían hecho a fuego lento en la cocina de carbón y
pronto llegaba el tio a comer con nosotras. Los tíos me llevaban a menudo a
pasear a Bilbao, lo que mas me acuerdo es ir al Arenal de Bilbao en la
Semana Grande para andar en las calesitas.
Al tío le gustaba contarme de la época cuando el “Arenas Club”
fue campeón de España en 1919, y subcampeón en 1925 y 1927 disputadísimo
ganando el Arenas al Barcelona por 5 a 2 en el campo de Racing de Madrid. .
Y juntos cantábamos la canción sobre tal evento “…Alirón, Alirón el
Arenas Campeón”… El jugaba al futbol en el Arenas Club y tenía una
foto grande en la salita de estar con las firmas del equipo. La foto
mostraba a los jugadores y me acuerdo de unos pocos de aquellos exitosos
tiempos como Peña, Careaga, Monacho y Robus los tres primeros a los cuales
llegué a conocer. El Club del Arenas se formó en 1912; primero jugaba en
un campo de football en Lamiako, pero pronto se fue al club deportivo de
Jolaseta en Neguri. Ama nos contaba de la temporada de gloria de nuestro tío
porque una vez metió un gol. Cuando el tío jugaba toda la familia asistía,
y le incitaban para que metiera un gol o la tía Lola no le daría la paga.
También le gustaba llevarme al balcón al anochecer para ver juntos
la iluminación fogosa de los Altos Hornos, enormes hornos donde se fundía
el hierro, pero a mi el me decía que era el lugar donde iban los que se
portaban mal. Una vez me llevó para ver la botadura de un barco al Río
Nervion. Fue un momento de gran expectación cuando dejaron caer al barco
desde lo alto del dique hasta la superficie de la ría, con horror vimos que
se zarandeó bastante hasta que finalmente reposó tranquilo en las aguas. Por
estos días, yo tuve un pequeño accidente que pudo ser grave. Jugando en la
casa de mi amigo Miguel A. y se nos ocurrió crear nuestro propio tren
poniendo sillas en línea y ‘viajar’ debajo de ellas, tal vez por estar
tan cerca de casa la estación del tren y oír sus constantes pitidos.
Una de las sillas tenía un clavo saliente que entró en mi región
frontal, sangraba y me dolía mucho y la madre de mi amigo aterrorizada me
llevó en brazos por las escaleras, ellos vivían en el tercer piso,
mientras yo lloraba inconsolablemente y en medio de mis sollozos llamaba a
ama, tenía casi 6 años. Difícil momento para la tía Carmen. Me hicieron
las curas, y la cicatriz de un centímetro era visible en la frente,
invisible hoy en día.
Cuando nuestros padres supieron que a Begoña y a mi nos habían
separado no les gustó nada porque no estábamos creciendo como hermanas,
pero viviendo lejos era difícil para ellos evaluar las circunstancias y
estaban muy agradecidos de que nos atendieran bien. Poco después de irse la
tía Lola, la tía Juli pidió me invito ir a pasar una temporada a San
Sebastian, y decidieron probar solamente por los tres meses de verano, ya
que yo iba a la escuela. Abordaba el tren “el correo” en la estación de
Atxuri de Bilbao, y cinco horas mas tarde entrábamos en la estación de
Amara en San Sebastian. Allá me estaban esperando Begoña acompañada de
Contxesi. Ella era una aldeana guipuzcoana euskaldun, y cocinera de primera,
la mano derecha de mi tia que adoraba a mi hermana Begoña. Ella y Contxesi
se entendían muy bien y hablaban en euskera. Yo sabía algunas palabras que
aprendí de mi abuelo, para él el “erdera” era su segundo idioma. Mi
hermana estaba feliz esperándome y yo tambien de verla. .
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I) Vida de Mercedes Iribarren de Ametzaga -Gure Ama - Tributo a nuestra Ama, por Mirentxu Ametzaga |
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II) La mujer que acompaño a Vicente de Ametzaga Aresti - por Xabier I. Ametzaga |
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III) Mis manos quieren hablar - mi poema a mi Ama - por Xabier I. Ametzaga |
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IV) Publicaciones en Internet relacionadas |
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