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La mujer que acompaño a Vicente de Ametzaga Aresti | ||
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CAPITULO
IV CARACAS,
VENEZUELA
En vísperas de cumplir 20 años, abril 1958, salí del aeropuerto de
Barajas, Madrid, rumbo a América, estaba vez a la zona del Caribe. Hicimos
paradas en Lisboa, Bermudas y Caracas, Venezuela.
Después de once horas de vuelo desde el avión ya podía divisar las
magníficas montañas que encuadran las playas de esta costa tropical. La
vista era sobrecogedora. Mis padres y mi hermana Arantza estaban esperándome.
Nos abrazamos, estábamos contentos de estar juntos otra vez. En
silencio subimos varios kilómetros entre montañas en una enorme autopista
que sube a la ciudad y cruzábamos túneles y puentes a través de estos
montes. Las laderas de las montañas están llenas de precarias
construcciones llamados “ranchos”. La ciudad está en un valle entre
montañas a 15 kilómetros del Mar Caribe y a 900 metros de altitud. Era
mediodía y hacia mucho calor. Cuando salí de Madrid en la temprana
primavera europea hacia frío y este país tropical me recibía con un calor
estival abrasador. Caracas tiene mucha influencia americana desde que el
petróleo le hizo cambiar de sus días tempranos de la colonia. Es un país
con mucha belleza tropical con un clima tropical alternando periodos de
lluvias que a veces son torrenciales con épocas de calor, sol y sequía.
Uruguay y Venezuela tienen muy diferente clase de cultura. Uruguay
personifica la cultura Europea, Venezuela representa la cultura Caribeña,
andina, y llanera. Dejamos atrás los tangos de Gardel con su bandoneón
para entrar al país del joropo acompañado del arpa y las maracas. Atrás
quedó el ceibo con sus hermosas flores rojas para entrar al país de la
orquídea de delicados colores. Vinimos de la ciudad abierta de Montevideo
con un cinturón de playas integradas al casco urbano al estrecho valle de
Caracas encerrado por los majestuosos Andes venezolanos. La comida, el
clima, los amigos, todo era muy diferente a lo que habíamos vivido en
Montevideo. También aquí nosotros éramos los últimos vascos exiliados en
llegar, nuestros familiares y amigos ya habían superado los arduos
comienzos del emigrante, mientras que nosotros teníamos que empezar todo de
nuevo, éramos todos mayores y era más difícil el camino donde reinaba el
ambiente un poco desafiante. Al poco tiempo de llegar me puse a trabajar
para ayudar a la casa con tantos gastos y poder ponernos al día nuestra
nueva vida. Si bien es verdad que cuando nosotros llegamos a Venezuela el país
estaba en auge económico, y era más fácil obtener bienestar económico
que en ningún otro país, y podíamos abrimos camino más fácilmente que
en Montevideo, ama y yo seguíamos pensando, extrañando y escribiéndonos
con nuestros amigos en Montevideo.
Para nuestros padres en esta ciudad era la quinta vez que empezaban
desde cero a poner una casa con todo lo que ello incluye. Abandonando lo que
pudo ser su primer hogar en Sopelana, siguiéndole su casa Paris, Buenos
Aires, Montevideo y ahora Caracas. Aunque sentían la nostalgia de las cosas
dejadas atrás, a veces muy buenas, nunca nuestros padres se quejaron y ama
con trabajo, esfuerzo e ilusión ponía en cada una de ellas su sello tan
personal y cálido convirtiéndolas en confortable hogar.
Siempre aita insistía que el mejor tesoro que nos podía dejar era
una buena educación, y en eso el hacía mucho hincapié. Se sacrificaron
para mandarnos a los mejores colegios. Aunque educándonos aumentamos la
calidad de vida para alcanzar un nivel económico (que no siempre es lo
mejor) nuestro padre nunca hizo énfasis en hacer dinero como meta. El nos
daba su ejemplo con su sed de aprender leyendo sin cesar. Era políglota
sabiendo ocho lenguas para poder leer los libros en sus lenguas originales.
Era escritor y poeta con amor a los libros clásicos y gran admirador de la
cultura griega por su rica y destacable tradición literaria, por su arte y
arquitectura y por su sentir un gran vinculo a su pasado. Pero aun con todo
su saber le oímos decir el dicho del filosofo griego Sócrates que la
verdadera sabiduría esta en reconocer la propia ignorancia.
De nuestros padres aprendimos admirar las personas con sentimientos
nobles que tenían cualidades espirituales tales como bondad, rectitud,
justicia y perdón. También
admiraban la sencillez y la elegancia de las personas.
Ser
millonarios no era la meta de ninguno de nosotros.
Hay cantidad de parábolas que en la Sagrada Escritura se refieren a
cuestiones de finanzas, y Dios advierte que el afán, el amor al dinero, es
el principio de todos los males. Ama
citaba al autor bíblico del libro de Eclesiastés que se concentra en el
propósito y valor de la vida humana “¡Vanidad de Vanidades! ¡Vanidad de
Vanidades! ¡Todo es vanidad!”… usado para deplorar el vacío y la nada
de las cosas de esta vida.
Sin embargo a nuestra madre le gustaba probar suerte, le gustaba el
juego en general, apostando a las carreras de caballos, las llamadas “5
& 6” y después de venir de Misa como distracción y con esperanza
apostaba por sus caballos favoritos. Luego preparaba la comida especial
dominguera y. Y con nuestra primera televisión seguía estas carreras que
se llevaban a cabo religiosamente todos los domingos a la tarde y eran
televisadas desde el Hipódromo de la Rinconada, seguía la carrera de
caballos disfrutando de este deporte de reyes. Como distracción a las
noches para ellos era ver las noticias “El Observador Creole”, Radio
Rochela o su show favorito “El Fugitivo” y algunas veces nos uníamos
algunos de nosotros para ver al prestigioso medico Dr. Kildare en busca de
un manco, verdadero asesino de su esposa. A mi me gustaba un show, no me
acuerdo del nombre, de televisión el cual era memorizar para acertar, yo
practicaba frecuentemente y cuando lo empecé a dominar escribí a los
estudios de televisión Televisa. Recibí la invitación y como a nuestra
madre le gustaba el show le invite y feliz me acompañó. No conseguí estar
frente a las cámaras, y nos resignamos a sentamos en la audiencia. Lo
pasamos bien y al salir, en el lobby vimos el famoso productor y animador de
televisión, Renny Ottolina, hablando con los productores del show y las dos
nos consolamos narrando a todos sobre dicho evento.
Ama también le gustaba jugar al julepe y al póker y un sábado al
mes se reunía con sus dos hermanas Lola y Mari, esta última vivía con su
hija Ma. Luisa y familia en La Castellana. Aunque nuestros padres eran los
únicos que jugaban íbamos toda la familia y volvíamos a las tantas de la
noche. Ama tenía bastante suerte y ganaba casi siempre y eso le daba el
incentivo para acudir a estas reuniones familiares. Nosotros tuvimos la
oportunidad de ver a nuestra prima Ma. Luisa (Goian Bego) viviendo con toda
clase de lujos. Tenía dos casas, una en Altamira de tres pisos alquilado, y
otra muy lujosa en La Castellana de dos pisos con un jardín de precioso
verdor y piscina de tamaño olímpico al pie del monte Ávila, ambas
residencias en muy buenos barrios de la ciudad, sino los mejores. En la
entrada había una gran escalera espiral que separaba la sala del comedor,
cocina equipada al último detalle, varias mucamas, salita de de diario donde nos reuníamos para jugar. Sus
closets estaban repletos de ropa, preciosas amplias habitaciones, un
Mercedes Benz a la puerta, y viajaba a Europa cada seis meses con su esposo
e hija. Dos años atrás su segunda hijita de apenas un año de edad, Mari
Cris, se puso muy enferma, le diagnosticaron leucemia aguda linfoblástica.
La llevaron a Nueva York, y la hospitalizaron en el “Mount Sinai Medical
Center” pero ya nada se podía hacer, y murió al mes de ingresar.
Pasaron muchos años sin comunicarnos, pero al enterarme que estaba
enferma establecí comunicación hablando con ella asiduamente durante los
dos últimos años de su vida. Ella estaba muy sola. Su esposo y sus otros
dos hijos habían muerto en aquel tiempo. Y en esas condiciones naturalmente
muy deprimida. No me recordaba en nada a la vibrante y glamorosa prima que
yo había conocido y tratado años anteriores.
Nuestros padres eran ávidos nadadores, pero en esta ciudad teníamos
muy pocas ocasiones de ir a la playa. Eramos invitados a la casa de nuestra
prima para nadar y refrescarnos del calor tropical muchas veces, y un día y
después de comer en que todos estábamos gozábamos de la piscina salimos
todos nosotros del agua quedó atrás aita. Cuando vimos con terror que
hacia gestos desesperados y parecía se hundía y
era necesario actuar rápido, sin pensar ama se arrojó a salvarlo, y al
aferrarse el a ella los dos estaban en peligro, la tía Mari les ofreció el
recoge-hojas, y se pudieron aferrar a el y salir a salvo. Fue un momento de
mucho pánico para todos. Foto en la piscina junto a Xabier en la casa de
nuestra prima María Luisa.
Lo mismo que en Montevideo participábamos toda la familia de una
manera activa en el Centro Vasco de Caracas que fue inaugurado en 1942 con
la llegada a Venezuela de los primeros exiliados de la guerra y comienza a
formarse una colonia. En conjunto parece ser el más grande de todos los
centros vascos del mundo. Tiene frontón, donde se juegan famosos partidos
de pelota. Aquí era diferente que en Montevideo, ya que aita era Secretario
General del Centro Vasco, y los fines de semana estaba trabajando en la
oscura oficina toda la tarde. Para ama no era muy atractiva la idea de
reunirse con sus amigas solamente para charlar, y eran largas y aburridas
estas jornadas del fin de semana, pero lo hacia por nuestro padre. Ella había
disfrutado mucho acudiendo con nuestro padre a reuniones culturales y a
fiestas, así como de la compañía de sus amigas organizando actos de
beneficencia, y ambas cosas había experimentado plenamente en Montevideo.
Ese había sido su mundo que encajaba muy bien con su personalidad y ahora
tanto lo extrañaba.
Aunque no conocía a nadie pronto hice de un grupo de amigas y amigos
que pertenecíamos a Eusko
Gaztedi. Esta foto muestra mi primera excursión, primera fila tercera
a la izquierda, a Los Venados en el monte Ávila, frente a una estancia en
la que en la época colonial se cosechaba café.
Tampoco las calles de Caracas eran tan seguras como eran o habían
sido las de Montevideo. Un día yendo de compras ama por el Boulevard de
Sabana Grande, el mas largo y famoso de la ciudad congestionado durante la
semana y aun mas los fines de semana que tiene toda clase de negocios
imaginables. Ama disponía de una cantidad de dinero para algo específico
que iba a comprar. Antes de que se diera cuenta un ratero se acercó y le
arrancó la cartera que ama llevaba aferrada a si. Nuestra madre peleó,
gritó y corrió detrás del bandido que medio asustado se metió en un bar,
pero ama eso no la amainó y lo siguió y entró al establecimiento y el
ladrón al ver a mi madre tan empeñada tiró la cartera al suelo y ama
consiguió recobrar la cartera y pudo hacer su compra. Para
ama ir de compras era su pasatiempo favorito, ver los atractivos
escaparates, y ventas de precios razonables. En Montevideo a veces nos
llevaba a mi hermana y a mí con ella. Para nosotras era como ir de safaris
por la jungla, una aventura llena de peligros y riesgos comenzando por las
peripecias para llegar a las tiendas que estaban en la congestionada Avenida
18 de Julio y luego tratar de pagar era otra odisea, cuando llegábamos a
casa estábamos exhaustas, pero no ella. Después
de trabajar un año de secretaria, perdí el trabajo porque la verdad que
como secretaria yo no valía, no me resultaba suficiente desafiante, era
aburrido estar todo el día en una pequeña oficina con papeles para
escribir y para ordenar. Con el dinero del despido me inscribí en un curso
intensivo de un año de lunes a sábado de 8 AM a 5 PM en el Hospital Clínico
de Caracas, en la Ciudad Universitaria. El curso estaba basado en un
programa de estudios dado en
Chicago, Illinois, USA, al término del cual adquiríamos el diploma con el
titulo de “Bibliotecaria de Historias Medicas”. Era la primera vez que
se ofrecía en Venezuela: la directora era graduada de la Universidad de
Chicago, USA. El tema ligado a la medicina me seguía interesando, y pude
hacer el curso presentando el certificado de Secundaria de Uruguay. Comencé
en enero de 1960 y termine en diciembre del mismo año. Dos semanas después
de graduarme me ofrecieron el trabajo con más del doble de sueldo que el de
secretaria. Ahora trabajaba de codificadora de enfermedades, trabajo en el
que procesaba la información de un diagnostico de enfermedad u operación y
convertía la información a un código para ser comunicada a los médicos
para evaluación o investigaciones médicas. Y esto me interesaba y
trabajaba con gusto. El
hospital esta en los terrenos de lo que es hoy la ciudad universitaria que
habían estado ocupados por la famosa Hacienda Ibarra que representó una de
las propiedades más famosas de la colonia por ser productora de azúcar y
por hacer el mejor ron de sus tiempos. Los Ibarra de origen vasco, fueron
propietarios de la hacienda y de la casona por más de tres siglos hasta ser
adquirida por el gobierno venezolano en 1947. Esta hacienda sirvió también
de hospedaje al Libertador Simon Bolívar que ideó el futuro de Venezuela y
su universidad en tierras de la hermosa Hacienda Ibarra. Alexander Humboldt,
el gran naturalista alemán permaneció en la casa por más de dos meses
deslumbrado por el monte Ávila, el río Guaire, y los ricos cultivos
coloniales. Era
fascinante para mí trabajar en este ambiente pensando en mi futuro. Trataba
de aprender mucho de diferentes clases de enfermedades que las historias
medicas describían, presenciaba las operaciones desde las cristaleras del
quirófano, y una vez fui invitada por uno de los cirujanos para observar la
operación junto a el en el mismo quirófano. Caracas siendo un país
tropical y con cierto nivel de humedad hace que los microorganismos se
diseminan fácilmente; era importante estar al tanto de ello y asistí a
conferencias de diferentes enfermedades tropicales, Mal de Chagas, el
Dengue, Brucelosis y algunas más que no me acuerdo. Todo ello me atraía, y
hablaba en casa de ello, ama lo soportaba, pero aita no quería ni oír
hablar de hospitales o de enfermedades. Como
empleada del hospital abrí una historia médica para cada miembro de la
familia en caso de una emergencia. Nuestros
padres eran atendidos gratis. El primero en ir fue nuestro padre al acusar
un dolor en el hombro derecho, le diagnosticaron bursitis del hombro, y le
inyectaron una dosis de cortisona y se le fue el dolor.
El no le dijo al doctor que había estado toda la tarde anterior
tirando piedras a los mangos. El mango es una fruta exótica, dulce,
refrescante, parece que se originó al noroeste de India hace 6.000 años y
se fue extendiendo a regiones tropicales y subtropicales. Hay que
recolectarlos cuando están de color amarillo claro y aita le daba de duro a
todos que lucían de ese color pensando solamente en la mermelada de mango
riquísimo que ama hacía. En Montevideo nuestra madre preparaba unas
mermeladas de tomate y de naranja de la mejor calidad. Para nosotros eran
horas eternas las de pelar estas frutas, pero el resultado era muy bueno
cuando comíamos el dulce con tostadas y pensando en ello creíamos valía
la pena ayudar, aita amenizaba estos momentos con historias interesantes. Estando
trabajando varios años en este Hospital Clínico Universitario conocía y
estaba en contacto diariamente con los médicos. Y un día hablé con uno de
los mejores cirujanos y le presenté el caso de ama que sufría de
incontinencia por mucho tiempo, había tenido tres operaciones y todas ellas
un fracaso. El me prometió hablar con un urólogo y poco después los dos
se ofrecieron a hacer la operación que casi nos aseguraban iba a dar buenos
resultados. Hasta ahora no había sido así y ella había estado sujeta a
muchas pruebas y tres operaciones pero ninguna satisfactoria. Un poco
temerosos afrontamos el nuevo desafío. La operación duró casi tres horas
y ella la aguantó muy bien. Esa noche decidí pasar las noches con ella y
las siguientes yo dormí al lado de ella por si necesitara algo. Ya que el
departamento de Historias Medicas estaba en el primer piso, y ella estaba en
Cirugía, creo tercer piso. Pusimos unos almohadones en el suelo y eso creo
le confortaba a ella saber que yo estaba al lado y nuestro padre también
quedaba mas tranquilo. De día la podía visitar a menudo por unos minutos.
La operación fue un éxito quedando ama completamente bien después de las
frustraciones pasadas en las operaciones
anteriores. El
problema de trabajar en este hospital es que está ubicado dentro de la
ciudad universitaria. En aquel entonces no había metro, solamente había
autobuses, o el famoso y popular “carrito por puestos”, en el que 5
pasajeros comparten un carro que cubre una ruta predeterminada, pero era caótico,
incomodo, inseguro y toda una aventura y a ninguno de ellos les era
permitido entrar a la universidad. Y sin acceso a ningún tipo de transporte
público, excepto taxis, llegó el momento en que era necesario comprar un
carro para llegar a mi trabajo. Manejar en Caracas no era fácil lidiando
con el infierno del tráfico. Decidí tomar lecciones de manejo. Ama le gustó
la idea y ella también quiso hacerlo. Las dos fuimos a la escuela de
conductores a las siete de la mañana, antes de entrar al trabajo, y en
quince días las dos conseguimos la licencia de conducir, pero cuando ama
chocó fue el final de su carrera detrás del volante. A mi me gustaba
manejar aunque nunca sabia adonde iba, porque mi sentido de orientación es
fatal. Poco después compré un carro inglés, Hillman, de segunda mano,
tapizado en cuero rojo por dentro, de color crema y rojo de dos puertas,
lento de subida, pero hizo buen servicio.
Foto con mi carro.
Como yo era la única que manejaba les llevaba a todos de vez en cuando al a
la playa, lugar que les gustaba tanto a nuestros padres que crecieron junto
al mar, y ver el mismo mar que besada las aguas a Euskadi. No me acuerdo el
nombre de las playas que fuimos, pero eran hermosas playas, de arena blanca
y aguas cristalinas y en una de ellas aita perdió los lentes cuando salía
del agua, y nos dijo acongojado, pero antes de terminar su frase sin darnos
tiempo a pensar, ama apresuradamente se metió al agua y después de bucear
un poco apareció triunfante con ellas en la mano.
Xabier
era mi mecánico preferido y si lo tenia de co-piloto podía manejar a la
China. Pero un día desafortunado yendo al trabajo cayó “un palo de
agua”, torrencial aguacero tropical, con mínimo de tres horas que colapsó
el sistema de drenaje y las calles se desbordaron. En la mitad de la
autopista y con el agua llena de lodo subiendo rápidamente alrededor mío
necesitaba hacer algo, y no sabia que, pero súbitamente un
coronel en su jeep se puso a mi lado y por señas me sugirió salir del
carro y al abrir la puerta y ver el lodo entrar en mi carrito fue un drama,
pero el me trasladó a lugar seguro. Cuando me dejó en una calle cercana,
de mi coche, que no era anfibio, solo se veía su techo rojo. Hubiera tenido
que bucear para salir de aquel el lodo, barro y escombros que rodeaban mi
pobre carro. Más tarde una grúa se lo llevó al taller, pero adentro el
lodo lo había maltratado y el costo del arreglo era muy caro. Ama me acompañó
a la casa de seguros, al Ministerio de Transporte y entre las dos aireamos
nuestro furor, pero no estaba cubierto para semejante aguacero y así terminó
por el momento tristemente nuestra aventura. En casa no tuvimos muchos animales domésticos, un pollito, ganado en una kermes del colegio de nuestros hermanos, un gato y un canario, y por unos días un perrito precioso llamado Zuribeltza por su color blanco y negro. A todos nos gustaba jugar con ellos, pero ama era la única que definitivamente los cuidaba. Aita prefería el gato a ningún otro animal doméstico, siempre le había gustado tener un gato. Decía que son excelentes mascotas y compañeros al mismo tiempo que independientes y se adaptan fácilmente a cualquier ambiente. Su idea era de tenerlo a su lado mientras escribía en su escritorio. Tanto repetía que le convenció a nuestra madre y un día ella le encontró a su compañero ideal. Un gato de angora dorado de aspecto elegante, con ojos de color azul. Era curioso, ágil y activo y le gustaba escalar lugares altos de la casa, y tal vez por ello, un día saltó al marco de la ventana de la cocina precipitándose al vacío de nuestro octavo piso y murió. Decidimos no tener otro gato después de perderlo tan trágicamente.
Pero ama quedaba sola en casa todas las mañanas cuando nosotros salíamos
todos de casa en diferentes direcciones, trabajos, colegio y universidad, y
pensé ella necesitaba compañía y decidí comprarle un precioso canario.
Era vivaz, alegre y cantarín. Cantaba y participaba en la excitación
general de nuestra familia saltando y gorjeando en su jaula. Ama colgó su
jaula en medio de las plantas y flores que abundaban en la amplia terraza
ofreciendo un lugar muy acogedor para el cantarín canario a quien ella
cuidaba con mimo.
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I) Vida de Mercedes Iribarren de Ametzaga -Gure Ama - Tributo a nuestra Ama, por Mirentxu Ametzaga |
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II) La mujer que acompaño a Vicente de Ametzaga Aresti - por Xabier I. Ametzaga |
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III) Mis manos quieren hablar - mi poema a mi Ama - por Xabier I. Ametzaga |
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IV) Publicaciones en Internet relacionadas |
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