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La mujer que acompaño a Vicente de Ametzaga Aresti | ||
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Todas las navidades el buen
Xabier, por su edad, era el que mas rápidamente cambiaba, primero
cuando empezó a gatear, luego dando sus primeros pasos era un placer
observarle lo victorioso que se sentía consiguiendo dichas hazañas. Era un
niño feliz. Se dejaba querer fácilmente. A mi me encantaba observar la
pedagogía, paciencia y cariño maternal que ama desplegaba con el para enseñarle
los nombres de las diferentes cosas, y cantarle las pequeñas canciones como
“Txalopin Txalo” “Antón Pirulero” y que exitoso resultaba para
todos nosotros cuando el le respondía positivamente a su esfuerzo.
Yo en este ambiente suramericano aprendía diferentes juegos de los
que había jugado en Europa, o al menos muchos de ellos tenían diferentes
nombres, no mas juego de tabas,
ahora era la payana y con piedras en vez de tabas, el truco, que decían era juego de gaucho, a la mancha, que es un juego de persecución y alcance, este era mi
favorito y lo jugábamos mucho en el colegio, la gallinita ciega casi todos ellos hoy en día fuera de practica menos
saltar a la cuerda, y la rayuela.
Esta ultima vemos jugar a nuestros nietos tal vez porque empezó en el
mundo primitivo del Imperio Romano ya que los soldados romanos lo usaron
como entrenamiento militar, y los niños les imitaban y se pronto se esparció
a toda Europa y Las Américas.
Nuestros padres no nos dejaban
olvidar que éramos familia de exiliados soñando con el regreso a Euskadi.
En casa, ama que cocinaba muy bien lo hacia principalmente platos de la
cocina vasca. Aunque nosotros afuera de casa con los amigos comíamos pizza,
que como yo me acuerdo no era redonda sino cuadrada, también nos gustaba la
faina, el dulce de leche, empanadas, todas típicas comidas criollas que no
se probaban en casa. Yo llegué a tomar yerba mate, clase de té servido en
una calabaza que se utiliza como vaso para poner la bebida, y con un pitillo
de plata para beber a las tardes acompañados con unos bollos dulces riquísimos
cuando iba de veraneo con nuestros amigos los Biraben a una chacra,
rancho uruguayo, en las afueras de la ciudad. Ma. Luisa era muy amiga de ama
y trabajaban juntas en Euskal Erria. Ella era mi madrina de Confirmación.
Su hija menor de ella, Graciela, era dos años mayor que yo y cuando
visitaban la chacra siempre me invitaban para ir con ellos. Graciela y su
mamá eran grandes aficionadas a la música francesa del momento, y cuando
estaba yo con ellos en la chacra escuchábamos de continuo a Maurice
Chevalier, y a las baladas de Edith Piaf, canciones que Graciela y yo
llegamos a memorizarlas completamente. Estando
en la chacra hacíamos la compra en la única tienda del pueblo de San
Jacinto, a cinco kilómetros de la chacra. Este pequeño pueblo de San
Jacinto en aquel entonces tenía la iglesia, a la que acudíamos los
domingos, una pequeña escuela al lado de una plaza y un club donde una vez
Graciela y yo fuimos a observar como los paisanos del pueblo bailaban. Foto
de ama con nosotros, ella parece ser la única feliz saboreando un racimo de
uvas. Fue sacada frente al viñedo durante una visita familiar a la chacra
de la familia Biraben en el pueblo de San Jacinto, Departamento de
Canelones, a 48 kilómetros de Montevideo. En las dos semanas de vacaciones
que nuestro padre tenia al año ellos extendían la invitación a toda
familia, y teníamos toda la chacra para nosotros. Y todo lo de alrededor
los buenos amigos nos dejaban a nuestra disposición. Para la salud de
nuestro padre era muy beneficioso la paz y tranquilidad que en este lugar se
respiraba. La chacra tenía un molino de viento para bombear el agua y
electricidad para la pequeña quinta de la familia Biraben. La inmensa
plantación para la producción de uvas de mesa, las uvas moscateles estaban
en parral. Mi primer trabajo pagado fue en esta chacra recogiendo uvas del
viñedo que poníamos en grandes canastas, mi salario era un peso por cesta,
y allí sentadas en pequeñas banquetas en el viñedo, Graciela y yo lo hacíamos,
a veces todo el día, hasta la merienda que nos esperaban las tortas
criollas horneadas por María, la señora de servicio de ellos que cocinaba
divino. Preciosos árboles frutales rodeaban el lugar a los cuales ama recogía
su fruta pensando en la rica mermelada que ella haría mas tarde. En unos
ranchos cerca vivía una familia italiana, refugiados de la Segunda Guerra
Mundial. Era una familia de cinco personas que cuidaban del lugar y ayudaban
a la cosecha del mism
Me
gustaba la competición y el desafío. En el colegio participaba con
entusiasmo en los partidos de baloncesto. Y era entusiasta del futbol y jugábamos
de vez en cuando entre los hermanos. Bingen y yo éramos muy entusiásticos
en cuanto a deporte, ama y aita les interesaba también, tal vez acordándose
de sus tiempos juveniles cuando eran aficionados del Arenas. Bingen era
hincha de Peñarol y yo del Nacional, a mi me gustaba mas por el color del
uniforme, celeste y blanco. El uniforme del Peñarol era negro y amarillo.
Xabier iba a favor de quien ganaba. Arantza no se inmutaba por ello. En 1930
Uruguay fue el primer campeón mundial de football en la historia. En 1950
era la primera edición después de la Segunda Guerra Mundial ya que muchos
países europeos aun se encontraban en ruinas. Alemania fue impedida de
participar como repudio a los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra
Mundial por los dirigentes nazis. El día del Carmen, un 16 de julio de 1950
Uruguay había ganado a Brasil 2 a 1 jugando la final en el recién
estrenado Estadio Maracaná en Río de Janeiro, el mas grande del mundo en
aquel entonces que estaba abarrotado con 250.000 espectadores. Fue tan
inesperado el final que hubo suicidios entre los brasileños, y amenazas de
muerte para el entrenador y para algunos de los jugadores del equipo brasileño.
Unos amigos me invitaron a ir a recibir a los campeones celestes al
aeropuerto de Carrasco. Cuando llego el avión con los héroes del momento,
la emoción y la algarabía eran imponentes. Yo sentía una mezcla de emoción
y susto. Al pie del avión había un autobús esperando a los jugadores
celestes. En cuanto ellos bajaron por la escalerilla del avión las cornetas
de las fábricas empezaron a sonar al unísono de las cornetas de los
carros. Los jugadores se metieron rápidamente al ómnibus y todo el mundo
salía a las calles, era verdaderamente un domingo de gloria. Cuando llegué
a casa ya todos estaban de fiesta, Bingen que tenia 5 años me dijo feliz
que había oído los goles por la radio con aita. Nuestros padres festejaban
esta victoria con casi la misma ilusión que habían vitoreado al
“Arenas” años antes cantando “Uruguayos campeones de America y del
mundo…”
Nuestras vidas estaban combinadas entre las amigas uruguayas y las
amigas de Eukal Erria, (Centro Vasco de Montevideo) fundado el 30 de marzo
de 1912. En Euskal Erria se
empezó a fomentar cursos de lengua vasca cuando se constituyó una entidad
denominada Euskaltxaleak (amigos del idioma vasco) con el objeto de propagar
el mantenimiento, desarrollo y exaltación del idioma vasco. Aita era
presidente honorario de esta entidad. Al mismo tiempo que empecé el colegio
comencé a ir los miércoles a las clases de vasco que aita daba. Salía de
la escuela a las 4 y media e iba directamente a la casa de las Hermanas
Beldarrain que me esperaban con una merienda sabrosa. Juntas hacíamos las
tareas para la clase. A las 6 y media salíamos para la clase de vasco a las
que acudían una veintena de personas, incluyendo ama. Me acuerdo de Karmele
Storace, dos hermanas de Oxacelay, tres hermanas Beldarrain, Estela Gómez
Haedo, José Mendiola, Dr. Miguel Bañales, el era la persona mas recurrida
en Euskal Erria para conocer los orígenes de los vascos en Uruguay. Siempre
iba vestido de traje y con corbata de pajarita, que le daba un aire de
elegancia o excentricidad, nunca usaba sombrero, abrigo o guantes aunque
fuera invierno o hiciera mucho frío. Yo era la única jovencita y seguí
yendo hasta que aita dejó el Uruguay. El libro de estudio que aún lo
conservo era “La Lengua Vasca” gramática, conversación y diccionario
por Isaac López Mendizábal, También atendí a las clases de cultura que
nuestro padre dictaba en el Paraninfo de la Universidad. Aita hacia con
energía, amor y entusiasmo, se veía que era su vida.
Los martes en que la Tata tenía su día libre yo estaba encargada de
llevar a mis hermanos a la plaza. El cruzar la traficada calle Canelones era
peligroso, y en una ocasión bajo mi cuidado y para terror mío, Bingen se
me escapó de la mano y fue atropellado por un taxista, aunque sin
consecuencias graves, pasé un gran susto. Por unas semanas llevaba un yeso
en la que los amigos le llenaron de autógrafos. Después de este episodio
aita puso en práctica la leyenda del Hombre de la Bolsa, personaje folklórico,
si mis hermanos no me obedecían, el hombre de la bolsa los iba a meterlos
en un gran saco y llevar a un lugar desconocido. Aunque a nuestro hermano
Bingen no le gustaba mucho seguir instrucciones, la idea del bichicome le
daba miedo, y no hubo más atropellos.
Sentada en la hierba les contaba cuentos a ellos y a sus amigos, seis
entre todos. No era difícil hablarles de la ricas experiencias de un mundo
que yo había vivido y que en cierto modo lo añoraba, y que ellos no conocían,
y obtenía la completa atención de todos, menos la de Xabier que mas que
escuchar mis cuentos le gustaba jugar con su colección de carritos por los
que tenía fascinación y se pasaba el rato jugando con ellos al lado mío. Para
compensar mis trabajos cuidando a los hermanos pequeños, de vez en cuando
nuestros padres me llevaban de noche al teatro, a mí siempre me ha gustado
el teatro. Los tickets los proporcionaba María Luisa Iribarne de Battle
Berres, cuñada del entonces presidente de la Republica, Luis Battle Berres,
nuestros padres acudían asiduamente a los espectáculos.
De todos los shows que yo iba el que más me acuerdo eran las
comedias de “Paquito Busto” con el que aita y yo nos reíamos mucho.
También íbamos a ballets y teatro musical en el Teatro Solís. Algunas
veces teníamos entradas para ir al circo, pero ni ama, ni mi hermana ni yo
no éramos muy aficionadas a ello. Nuestro padre y hermanos gozaban bastante
de este entretenimiento.
La salud de nuestro padre empezó a resentirse con tanto trabajo y
responsabilidad. Tenía vértigos, zumbidos en los oídos, y tensión
nerviosa alterada. Los médicos le dijeron que los problemas del oído eran
producidos por el estomago y le mandaron dieta completa y reposo. Con las
pruebas continuas a que le sometían los gastos seguían subiendo y aita
decidió vender los dos apartamentos de Algorta. No se vendieron bien en
esos momentos, pero mucho no se podía hacer desde tan lejos.
Ama
era miembro de la Junta de Beneficencia de Señoras, donde estaba el mayor
capital de la Sociedad al que empezó en estos momentos la obra de ayudar a
los ancianos vascos recluidos en los asilos. En febrero de 1951 ama fue
nombrada presidenta de la Comisión de Beneficencia e Instrucción de Euskal
Erria y había más énfasis para participar en Euskal Erria. Y yo tenía la
edad para ello y así lo hice en diversas funciones en el centro vasco. Era
parte de un grupo de danzas dirigidas por el txistulari Antonio Michelena,
presidente de la Comisión de Fiestas. Se ofrecían estas danzas en las
diferentes fiestas vascas durante el año en Euskal Erria y en las afueras
de la ciudad en el recreo de
Malvín que tenia una campa inmensa y al que asistíamos toda la familia a
las romerías y muchos festejos. Mis amigas y yo ayudábamos sirviendo de 30
a 40 mesas vestidas de hilanderas o poxpoliñas. Las participantes jugaban
al Rummy Canasta, juego de naipes inventado en Montevideo en el año 1940
que se extendió al resto del mundo por ser muy popular en 1950 que en poco
tiempo se convirtió en uno de los grandes juegos de sociedad practicado en
todos los círculos.
En este recorte de un periódico local, habla de tal acto. En la foto
de la izquierda nosotras vestidas de hilanderas. De izquierda a derecha, ama
la segunda a la izquierda, Matilde Ibáñez, esposa del entonces Presidente
de la Republica de Uruguay, Luis Battle Berres Tálice, y
Ma. Luisa Iribarne de Battle Berres.
Ama sabía granjearse la simpatía el apoyo y el cariño de sus
amigas con su manera de ser; responsable, cumplidora y leal. Su vida en
estos momentos estaba casi llena; su fe en Dios, su amor y abnegación a
nuestro padre y a nosotros era su vida. La ausencia de Begoña era su única
pena. Siguió escribiéndose con muchas de sus amigas de Uruguay hasta su
muerte. Además de Ma. Luisa Biraben, me vienen a la memoria nombres como
Ma. Luisa Iribarne de Battle Berres, Maria Ana Bidegaray de Janssen, Ma.
Ester Real Idiarte, Paquita de Duvigneau, Antonia Salaverria, Aurora Ezcurra,
Ma. Luisa Bidegaray, hija de Marianita, Ma. Luisa Iribarne de Batltle Berres.
Toda su vida social estaba en Euskal Erria y completaba su mundo.
Una vez María Ester y Pepe Real Idiarte dieron una fiesta grande en
su quinta de la que nuestros padres hablaron bastante porque la cena fue
cocinada en la tierra, nunca visto ni oído antes por ninguno de nosotros.
Al enviudar Ma. Ester pasaba temporadas con su hija, Ana María y familia,
que residían cerca de nosotros y varias veces coincidió con la visita de
ama y las dos estaban contentas de verse y ponerse al día de los amigos en
común de Montevideo.
Años mas tarde habiendo sido invitados a cenar Bob y yo tuvimos la
misma experiencia cuando para cenar nos sirvieron comida cocinada en la
tierra. Y esta vez yo estaba curiosa en percatar todos los detalles.
Nuestros amigos nos dijeron como el día anterior excavaron un gran agujero
en el suelo que cubrieron de hojas verdes, y añadieron en su interior la
carne y cubrieron con verduras rellenando con piedras calentadas al fuego.
Todo ello tapado con tierra se espera a que el calor de las piedras vaya
cocinando la comida. Unas 24 horas. Este no era pavo sino un gran cochino y
echaba mucho humo y éramos un grupo grande (60) reunidos en el jardín
alrededor del difunto puerco. Un helicóptero nos acompañaba dando vueltas
alrededor nuestro y al rato las autoridades policiales para asegurar que no
había un incendio llegó a la casa, también para percatarse de que tenían
permiso para hacer semejante hoguera en la frondosa vecindad. Todo acabó
bien y resultó una cena exquisita.
El coraje y abnegación de ama a la familia se hizo presente muchas
veces. En Montevideo puso su vida en peligro por todos nosotros. Cierto día
cuando al llegar a casa oímos un ruido parecido a un silbido que provenía
del baño principal, por la pequeña ventana arriba de la puerta pudimos ver
que salía mucho vapor. Aterrorizados pensamos en dejar el apartamento
porque nos dimos cuenta que el calefón estaba a punto de explotar. Pero ama
no titubeó y ante nuestro asombro abrió la puerta y el vapor la envolvió
por unos segundos que nos parecieron siglos. Se dio cuenta del problema, y
sin pensar dos veces cerró la válvula, el ruido cesó y el vapor se esfumó,
salvándonos a todos de una explosión por escape de gas.
Ama
también era el alma espiritual de la familia. Ella trataba de seguir con la
vida religiosa intensa en que ella creció y entre los dos se esforzaban
para que la tradición siguiera
con nosotros, pero nuestras vida eran diferentes a las que ellos vivieron, a
pesar de todo nosotros participábamos rezando todas las noches el rosario
con letanía en vasco reunidos frente al cuadro iluminado de la Virgen de
Begoña. Para ama era muy importante la unidad familiar y la paz mundial, y
por ello pedíamos. En aquel entonces estaba un dicho del Padre Patrick
Peyton irlandés “La familia que reza unida, permanece unida” y “Un
mundo que reza es un mundo en paz” importantes lemas para nuestros padres,
que nuestra familia fuera unida, pero sobre todo fuera piadosa. No creo que
pasaba una noche que antes de retirarnos a la cama no nos reuniéramos a
rezar el rosario. La Semana Santa recorríamos las siete iglesias como ellos
lo habían hecho de novios. Ayuno y abstinencia también se cumplió
siempre.
Nunca, que yo me acuerde, faltamos a la misa los domingos, solamente
hubo una época en que hubo una epidemia de parálisis infantil y estaba
prohibida la asistencia a ningún lugar publico, pero oímos la misa por la
radio. El lugar preferido para nuestra obligación dominical era la iglesia
de María Auxiliadora en la calle Canelones o la capilla de nuestro colegio.
La capilla quedaba a ocho cuadras de casa, pero sea una u la otra la familia
Amezaga corría en ayunas por las calles de la ciudad para llegar a tiempo a
Misa de ocho y media. El coro cantado por las hermanas dominicas y la
capilla tan bonita y florida valía la pena la corredera, al menos eso es lo
que aita decía.
El exilio es uno de los peores castigos para el ser humano porque uno
se desarraiga de todo lo que le formó: familia, cultura, amistades. Es
verdad que nuestros padres tuvieron la suerte de tener dos importantes
estructuras sociales de quien depender, el apoyo de ambas material y
emocional: La Iglesia Católica y el Gobierno Vasco en el exilio (y el sueño
del nacionalismo vasco) sino hubieran dependido de este apoyo no hubieran
podido acarrear 30 años y mas como lo hicieron. En su libro Migration
and Exile, León y Rebeca Grinberg nos dicen que la vida en el exilio es
una vida de negación del presente; las vidas de nuestros padres estaban
dominadas entre el pasado lleno de recuerdos fantásticos y el futuro
representado solamente con la ilusión del regreso.
Exiliados como nuestros padres había pocos en Montevideo. Todos los
vascos que pudieron escapar de las garras de Franco residían en Argentina,
Méjico o Venezuela. Los vascos que estaban en Uruguay eran vascos que habían
salido de Euskadi a principios del siglo por razones económicas, o
descendientes de vascos por una o varias generaciones que habían venido allí
cuarenta años antes. Nuestros padres eran uno de los pocos quienes habían
sufrido un reciente exilio impuesto. Ama aunque hubiera querido volver a
Euskadi estaba contenta viviendo donde fuera siempre que estuviera al lado
de nuestro padre, pero aita sentía con pasión su frustración y la
expresaba trabajando día y noche incansablemente para hacer conocer la
causa y la cultura vasca en Uruguay. En Euskal Erria las celebraciones de
las fiestas tradicionales como Aberrieguna, (Pascuas) San Ignacio, (31 de
julio) y el día del Euskera (Día de la cultura, 3 de diciembre) se
celebraba con contagioso entusiasmo y energía. Estas celebraciones fortalecían
los lazos de la comunidad y hacían un fuerte impacto en todos los que le
conocían a nuestro padre ya que el convertía un simple acto en un solemne
y emocionante evento.
Esta vez fue nuestro padre el que fue el mediador de salvar a ama la
vida. Ama había ido varias veces al Círculo Obrero Católico, institución
de Asistencia Medica Colectiva de tipo Mutualista, por el nacimiento de
nuestros hermanos Bingen y Xabier asistidos ambos por el Dr. Aguerre. Esta
vez fue para hacerse un tratamiento quirúrgico para tratar de resolver su
incontinencia, y al hacerle una transfusión de sangre hubo incompatibilidad
sanguínea y tuvo una grave reacción hemolítica que pudo ser fatal, ella
decía que las oraciones de aita en la capilla de la clínica durante ese
tiempo le salvaron la vida. Nuestra madre fue nombrada reportera social del periódico de Buenos Aires; Euzko Deya, que en vasco quiere decir “La Voz de los Vascos”, El primer número de este periódico fue el 10 de mayo de 1939. Los directores responsables eran delegados del Gobierno Vasco. Ama escribía para dicho periódico con información relacionada a la vida de la colectividad vasca uruguaya, para dar a conocer en la ciudad porteña las actividades de los vascos en Montevideo. .
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I) Vida de Mercedes Iribarren de Ametzaga -Gure Ama - Tributo a nuestra Ama, por Mirentxu Ametzaga |
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II) La mujer que acompaño a Vicente de Ametzaga Aresti - por Xabier I. Ametzaga |
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III) Mis manos quieren hablar - mi poema a mi Ama - por Xabier I. Ametzaga |
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IV) Publicaciones en Internet relacionadas |
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